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EL SUBIDÓN DEL CIERRE A LA PRIMERA

Acabo de hacer un socio para la Cecot. A la primera, y no me lo esperaba. Lo que siento ahora no es comparable a ninguna sensación (laboral, ya nos entendemos). Estoy aparcada en una zona de carga y descarga de Badalona, escribiendo rápidamente, con una letra horrible en una libreta. Pero quería plasmar en unas líneas lo que siento ahora mismo: euforia, adrenalina pura. Y no es que me represente un gran beneficio económico, pero es una de esas visitas en las que no esperas nada y que te suponen un rato de felicidad.

Presentación distendida. Vas con los deberes hechos: sabes qué perfil de empresa tienes delante. Intuyes qué puede necesitar el interlocutor. Diseñas mentalmente una estrategia: qué servicios mencionarás primero, cuándo y cómo presentarás el precio, cómo superarás las objeciones. Él te va hablando, tú escuchas, te pones en su sitio y vas ofreciendo soluciones.

La presentación avanza. Y entonces … las señales, pequeños gestos hacia la victoria. Algunas preguntas clave que apuntan a un probable cierre ( “se paga anualmente?”, “La cuota lleva IVA?”). Percibes un lenguaje no verbal que te hace ser optimista: sonrisas, contacto visual, movimiento sutiles de afirmación. Es mi momento: lanzo la pregunta de cierre. Mi clásico “así, pues, lo sacamos adelante, ¿verdad?” Y el esperado SÍ. La recompensa. No pasa siempre, evidentemente, pero cuando pasa así, en la primera visita, el cierre provoca una sensación tan agradable que cuesta describir. Y tienes ganas de comerte el mundo y de sentir mil veces esta euforia que produce un sí. Y piensas que no, que no podría tener otra profesión que no fuera vender. Que quiero más visitas, más cierres a la primera y más euforia. Señores, la alegría crea adicción.

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